El pasado viernes trece de mayo el ex catedrático de filosofía de la Universidad de Granada y destacado militanante anarcosindicalista José Luís García Rúa, invitado por la CNT de Adra ofrecía una charla coloquio donde reflexionó sobre el papel de la política abordando también, la actual crisis del capitalismo.
Empezó analizando el papel de la política en la actualidad. Afirmó que el ciudadano es para la política la cosa. La cosa a la que se lleva y a la que se trae; a la que se llama, imperativamente, al trabajo, y a la que se echa, también imperativamente, del trabajo; a la que se la hace vociferar o se le impone silencio, según convenga; a la que se le fuerza al consumo o a la abstinencia, también según convenga; a la que se le da o se le quita la voz, según para quien; a la que se le pone un fusil y se le dice: ”tira contra tu hermano”; a la que, en su expectante y quieta penuria, de continuo se le promete un cambio, para que todo siga siempre igual; a la que, previamente martirizada por un huracán de palabras, se le pone, cada cuatro años una papeleta en la mano y se le dice que echarla en una urna será su salvación, para, al cabo de otros cuatro, volver a ponerle la misma papeleta “salvadora” de una incesante miseria que nunca acaben. En la actualidad los ambiciosos, los que defienden intereses creados y muchos equivocados han conducido la política, como término y como acción, a un extremo semántico degenerativo, entendiéndola y realizándola como arte de manejar el poder, o sea, como instrumento de dominio sobre el pueblo. Se ha olvidado la relación del término con pólis (“ciudad”, para los griegos) y con polítes, “ciudadano”, con lo que la política sería (habría de ser) “interesarse y ocuparse en los asuntos públicos”. Seguramente por eso, Sócrates argumentaba que la política no hacía mejores a los hombres. También seguramente por eso, Anito y Mileto, para justificar su condena de Sócrates, lo acusaron de “buen filósofo pero mal ciudadano”. Los rasgos degenerativos parecen, así, pertenecer a la esencia misma de la acción política. Es por lo que, para librarnos de ese desvío, nosotros, anarquistas, debemos hablar de acción social y no de acción política
Después dio un breve repaso al devenir histórico del movimiento obrero en España desde los primeros pasos de la Internacional hasta la constitución en 1910 de la CNT.. Abordó las luchas protagonizadas por el anarcosindicalismo con huelgas épicas como la de La Canadiense que trajo la jornada laboral de 8 horas así como otras reivindicaciones parciales conseguidas por la central anarcosindicalista como la semana laboral inglesa, los convenios con jornadas de 36 horas como el de construcción en Sevilla etc. Todo esto culminó con la capacidad revolucionaria de la CNT con amplias experiencias autogestionarias durante la revolución social de 1936, Todo lo contrario de la situación obrera reinante en la España del siglo XXI.
También denunció la irracionalidad del capitalismo que provoca que 200 propietarios tengan tanto como 3.000 millones de personas, reflexionó sobre la crisis actual y aseguró que la voluntad del sector financiero internacional es eliminar la independencia de las pequeñas y medianas industrias y acabar con el sentido soberano de los estados; su intención es que el Estado del bienestar desaparezca, que disminuyan los salarios y las pensiones y configurar una sociedad con una tasa de paro estacionaria alrededor del 30%; y todo esto ya lo tenemos encima. Según José Luís el capitalismo no surge por razones éticas, sino por búsqueda de ganancia. No es el mayor bien del consumidor lo que busca la competencia de capitales, sino el aumento de compradores, para aumento de beneficios. Es por eso por lo que el capitalismo, fuera de toda careta, tiende siempre a la eliminación de la competencia y al control máximo de sus alcances. El “capitalismo salvaje” o el gran especulador financiero no hacen más que sacar las últimas consecuencias de lo que es, en sí, la base del capitalismo, sin pararse en barras de las consecuencias morales o físicas de su acción. El capitalismo, tanto si es de Estado como individual, no puede dejar de seguir sus férreas leyes y éstas no pueden dejar de moverse en un ámbito de contradicciones crecientes, producción/destrucción, ahorro/despilfarro, que, en un momento o grado de su desarrollo acaban haciéndose insoportables para el sistema, al que terminan por destruir. Los distintos pasos del capitalismo, microeconomía, macroeconomía, keynesianismo, ultraliberalismo de mercado etc., etc., no son más que, a través de diversas crisis, los diversos intentos de orillar ese destino fatal del fin histórico de su ciclo.
José Luís es muy crítico con el sindicalismo oficial al que señaló como cómplice de esta situación. Para él hicieron, muy mal perdiendo su autonomía, si es que algún día la tuvieron, y denuncia que están incrustados en ideologías y disciplinas de partido. En el caso de España, la cosa es más grave, pues retardaron, siguen retardando el advenimiento de una democracia real, al verse obligados a moverse en un régimen posfranquista, en el mismísimo papel, por método y por fines, del sindicato vertical de Franco. Son, así, al precio de ser interlocutores únicos los verticalistas de la España de hoy. Heredaron los bienes del verticalismo y, con ello, su mismo quehacer. Por ello, hicieron perder a los trabajadores su conciencia de clase
Por último animó a los sindicalistas de la CNT a contribuir al fortalecimiento de nuestra internacional pues es en ese ámbito, donde el capitalismo juega con más ventaja al no encontrar este, un adversario suficientemente organizado que lo contrarreste. También auguró para la clase obrera tiempos difíciles, particularmente para la CNT. Pero vaticinó que la central anarcosindicalista volverá a ser referente para la clase obrera para lo cual hay que seguir defendiendo las señas de identidad del anarcosindicalismo como la mejor garantía de que esta, se identifique con ella evitando que las revueltas que sin duda se van a producir, sean asimiladas por el sistema.