La exhumación de Franco de Cuelgamuros que se está produciendo en esta fresca mañana de 24 de octubre es el bochornoso colofón de un circo de tres pistas, protagonizado por el Estado, los Fascistas y la Iglesia.
Para simplemente cumplir con una Ley en vigor, la de Memoria Histórica -aunque bien es verdad que nació, precisamente, para contener y frenar a la auténtica memoria pues, por poner un ejemplo no pequeño, no desautoriza a los tribunales franquistas-. Como decíamos, para cumplir con esa Ley, hemos asistido a una serie de idas y venidas, legales, políticas, comunicativas y de todo tipo que nos han puesto los vellos como escarpias y el estómago del revés.
No es que no sea importante la exhumación. Lo es y mucho. Pero el viaje hasta aquí ha puesto al descubierto la enorme mentira de la pretendida democracia del 1977, de esa pretendida Transición modélica que lo que hizo fue NO CAMBIAR absolutamente nada. Los descendientes y las estructuras franquistas nos gobiernan, y aquí se ha visto de forma transparente.
Ver a un gobierno democrático -hasta donde le permite el Franquismo instalado- chuleado por curas y fascistas, y ver a ese mismo gobierno eufórico por haber conseguido la “extracción” del dictador, cuando en un país normal el dictador ya estaría haciendo turismo en un lugar ignoto, demuestra muy bien como están las cosas.
Y sigamos viendo. Ver a Pedro Sánchez en la ONU diciendo: “Hemos cerrado el círculo democrático”. “Hemos cerrado el círculo de la Transición”, también nos perfila el futuro. Olvido de las víctimas, de Cuelgamuros y del resto de fosas y cunetas, olvido de la represión de los que quedaron vivos… olvido al fin. Con un acto “simbólico” como la exhumación, da por inaugurado el pantano de un nuevo olvido.
Lo que para nosotros, la CNT, para las víctimas y para cualquiera con un mínimo sentido de la justicia, sería sólo el primer paso del camino, para la política “de izquierdas” de este Estado al cual ya no sé cómo denominar, es el acto propagandístico “que cierra el círculo”. Y, seguramente, dan el trabajo por terminado. Ya han hecho su trabajo hacia el exterior.
Y ahí quedan la cruz que pende sobre un país entero, los niños cantores del fascismo con casulla, pagados por todos los contribuyentes, con el prior oponiéndose físicamente a la exhumación, las visitas guiadas que van por el mismo camino y, sobre todo, y ante todo, las víctimas del dictador que, aunque a partir de mañana ya no “dormirán” con su verdugo, seguirán estando allí porque lo quiso el Franquismo y que tienen todo el derecho a salir del obligado reducto y nosotros a empujar para ello.
En estos últimos momentos, el culebrón continua en diversos frentes: las cuestiones técnicas, helicóptero incluido, las acciones contrarias de la familia y la extrema derecha contra la exhumación, que incluyen comentarios sobre una “reconciliación que se ha roto” o incluso amenazas a los marmolistas y al tanatopráctico… bueno, alargadlo lo que queraís, que se puede.
¡Ah! Y el dictador tiene un destino curioso. Se va a un cementerio que parece una urbanización fascista. Se construyó para su séquito personal y descendientes –podrá jugar al tute con sus iguales-. Por eso se prevén “menos” problemas de seguridad. Por cierto, también es Patrimonio Nacional… seguimos pagando.
Por eso iniciamos este texto con el título “Un camino perdido a la Memoria”, porque los protagonistas de esta historia se han perdido por el camino a una auténtica memoria, y lo han hecho a propósito.
No podemos terminar más que de una forma. Afirmando que para la CNT la exhumación es solamente un pequeño paso en el camino de la lucha por la memoria de los nuestros, por la memoria de todas las víctimas, por la destrucción del fascismo que se cierne, también, sobre ellas.
Secretariado Permanente del Comité Confederal de la CNT.