MERCEDES COBO | Extraído del cnt nº 421
El Museu Nacional d’Art de Catalunya exhibe su fondo de la revista contracultural que revolucionó los tebeos
Hace poco ha finalizado en el MNAC de Barcelona la exposición El Víbora. Comix contracultural, un homenaje a la revista y a sus autores cuando se cumplen 40 años de la publicación del primer ejemplar. Un total de 35 obras originales, documentos y portadas que muestran la potencia transgresora de creadores como Gallardo, Laura, Nazario, Mariscal, Martí, Max o Roger, entre otros muchos.
«Queríamos más»
Tini Hervás
Pensada para todos los públicos, la muestra puede gustar a nostálgicos a quienes El Víbora supuso un antes y un después artístico o vital, pero se nos queda escasa. Situada en el espacio de menor tamaño, ya damos los primeros pasos sabiendo que el recorrido será breve. Y como el visitante asiduo es conocedor de la política restrictiva con respecto a la toma de fotos, la sorpresa es mayúscula cuando un vigilante de sala te comunica que se pueden hacer tantas fotos (sin flash) como quieras. Con el pasmo aún en los ojos, me atrevo a preguntar si ha habido un cambio en este planteamiento y la respuesta es que el conjunto de obras no pertenece a ninguna otra entidad cultural -pública o privada- sino que forma parte de los fondos de donaciones del Museo.
Es una muestra que ha sido una especie de refrito y de aprovechamiento de elementos conservados en una nevera hace ya algún tiempo.
Y esa sencilla respuesta va a dar sentido a todo lo que sucede a continuación. Y lo que sucede es que el criterio de la narración expositiva es, como poco, errático; que se ha confiado totalmente en que el espectador se va a entretener muchísimo contemplando la reproducción de las portadas o leyendo las viñetas de los bocetos. La base argumental de una exposición rememorativa está en las cartelas de obra y en las cartelas de sala, y ambas son pasmosamente deficitarias. Ante esta evidencia la conjetura es clara: lo que aquí tenemos es un trabajo de enmarcación y reproducción de material gráfico, pero no parece haberse realizado una búsqueda de información y datos que, seguramente, no iban incluidos en el material que fue donado.
Entonces, una desanda el camino hacia la puerta de salida conservando aún cierta esperanza de poder comprar el catálogo y así resarcirse de esta sensación de coitus interruptus que se lleva en la peineta. Pero no, tampoco entonces quedamos satisfechas porque la evidencia se hace clamor: no puede haber documentación de una muestra que ha sido una especie de refrito y de aprovechamiento de elementos conservados en una nevera hace ya algún tiempo.
«Bravo aunque sea tarde»
Miguel Gallardo
Cuando nos juntamos para hacer El Víbora dibujantes de los cuatro puntos cardinales de España, lo mejor de cada casa, hacía cuatro años que había muerto Paquito, nuestro particular dictador bajito y con bigote. Franco había pasado 40 años al mando del timón de la patria… Para nosotros jóvenes dibujantes desnortados, cuarenta años era una eternidad, como hablar del arca de Noé.
Ahora han pasado cuarenta años desde la creación de El Víbora y nosotros nos acercamos a la edad de la generación que gobernaba el país en aquella época. Solo que entonces no nos importaba un pepino la política y sí pasárnoslo bien y poner patas arriba el mundo del cómic. Eso es lo que hicimos.
Nadie oficial nos daba mucha importancia, cosas poco serias, hasta que apareció el número especial del Golpe del 23F y ahí ya se empezaron a fijar un poco en una revista que en sus mejores épocas llegó a vender 40.000 ejemplares al mes y que fue portavoz de varias generaciones.
Nadie oficial nos daba mucha importancia, cosas poco serias, hasta que apareció el número especial del Golpe del 23F y ahí ya se empezaron a fijar un poco en una revista que en sus mejores épocas llegó a vender 40.000 ejemplares al mes y que fue portavoz de varias generaciones. Y ahora estamos en un museo y no uno cualquiera; ha tenido que pasar el tiempo para que se nos tenga en cuenta como parte de la cultura del país, así que considero la exposición un momento importante para varias generaciones que hicieron bandera de divertirse creando un lenguaje nuevo para contar nuevas historias. Un primer paso y una muestra más o menos representativa, ya que sería muy difícil incluir a tantas generaciones de dibujantes que pasaron por ella. No es tanto por la importancia de estar en un museo sino la del reconocimiento de haber ayudado a cambiar este país con historias que salían de la realidad, de la calle y que devolvían a la gente sus propios relatos. Los que vayan a la exposición se encontraran, además de los cómics, los retratos de gente muy joven, melenudos, jipis, punkis y demás tribus que encontraron la libertad después de que Paquito se fuera a otro lado y nos dejara en paz. Las historias de El Víbora cuentan cosas más reales de las que explicaban la prensa, la televisión y los medios oficiales que se quedaban muy cortos e iban muy perdidos al hablar de la vida real de la generación de la transición. Así que bravo por el MNAC, quizás con un poco de retraso pero con mucha valentía.
Miguel Gallardo (Lleida, 1955) es un historietista creador del emblemático personaje de cómic Makoki. En la década de 1980 colaboró asiduamente con la revista underground El Víbora. Ha creado personajes para fanzines, cómics y revistas y realiza ilustraciones para publicaciones de toda índole. Es autor de Un largo silencio, que habla de las vivencias de su padre en la guerra civil española, y de María y yo y María cumple 20 años, sobre la relación con su hija con autismo.
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