Bilbao | Ilustra: Lolomotion | Extraído del cnt nº 423 – Primera Plana Reflexiones en torno al Covid-19
¿Cuál ha sido la consecuencia más evidente de la crisis por el Covid-19? Nos hemos mostrado sin trampa ni cartón:
Una vez más, la RAE se ha cubierto de gloria, como no podía ser de otra manera. Después de casi dos semanas de encierro para la ciudadanía, nuestra sacrosanta mesías de la lengua española decidió dar la buena nueva: ¡¡es una niña!! Señoras, señores y disidentes del binarismo: el coronavirus es femenino y su uso adecuado es LA Covid-19. ¡Con el género hemos topado!
El partido de la oposición ha hecho lo que esperábamos: llevar la contraria sistemáticamente al gobierno y subrayar por activa y por pasiva que los auténticos héroes son los empresarios, (música de violines) que arriesgan sus huchas para crear riqueza para el pueblo. Amén y que dios los tenga en su gloria. Díaz Ayuso,se ha volcado de lleno con la pandemia y no sólo ha programado misas desde la Catedral de la Almudena, sino que también ha sido imparcialmente agradecida ¡sorpresa! con BBVA, Orange, Corte Inglés, Banco Santander, Real Madrid o la marquesa Alicia Koplowitz ¿A que nadie se lo esperaba?
En la C.A.V Confebask, quiero decir, PNV ha sido poseído por la patronal sin remilgos, y ha puesto en todo momento y sin que le temblara el pulso, la productividad de sus empresas por encima de la vida y la salud de las personas para las que (en teoría) está trabajando. Aquí lo teníamos todo claro, así que no hay más preguntas, Señoría.
¿Y Papá Estado? El gobierno no sabe ni por dónde le da el aire, y ha tomado medidas con efectos retardados a las doce la noche. Hemos tirado del BOE mil veces, para intentar comprender si nuestro trabajo asalariado es de primera necesidad y al día siguiente ibas, o si a las 00:01 tu curro se convertiría en calabaza. También hemos visto pseudoprohibir el despido, obligando a cerrar las empresas por dos semanas con un permiso retribuido recuperable y haciendo ver que la gente confinada en sus casas está de vacaciones, en vez preservando la salud pública. Esta prohibición del despido llega cuando la mayoría de las empresas alegando ERTEs de fuerza mayor ya se han deshecho de plantillas enteras quince días atrás. Gracias por nada.
Las fuerzas de (in)seguridad y su violencia policial han olvidado que la Ley Mordaza es difícil aplicarla cuando no se sabe quién graba y difunde desde un balcón, mientras el señor agente agrede a un chico con diversidad psíquica y también a cualquiera que vaya a socorrerlo: su mismísima madre con el salvoconducto. El confinamiento es lo que tiene, que mires donde mires, todas podemos ser Wally en nuestras ventanas. Ojalá realmente nos hubiéramos dedicado a ello, en vez de a ser chivatos. Debo admitir y admito que no contaba con los fascistas de balcón. Habrá que hacer mucha pedagogía, porque yo estoy en shock.
Tampoco imaginé nunca que el ejército del aire pasara por encima de mi casa, mientras el de tierra se paseaba ¡CON TANQUES! por la calle de mi amiga. Para justificar la invasión, esta han simulado limpiar estaciones de tren y aeropuertos. Algo tenían que inventarse para que las ejemplares fuerzas armadas parecieran necesarias en este, nuestro estado supermoderno que oro parece y plátano es.
El voluntariado de la gente sin cargos ni galones, ha sido ejemplar: ha hecho la compra para personas que no conocía, cuidado de niñxs, ido a la farmacia, repartido tuppers, o terapia telefónica.
El ministerio de ¿educación?, no ha sorprendido al ignorar la brecha tecnológica y fingir que en los hogares del alumnado estatal hay wifi, ordenadores con cámara, impresora y escáner. Poco importa que haya centros escolares con un tercio de alumnado empobrecido en riesgo de exclusión que se ha quedado sin servicio de comedor, en familias que no saben cómo van a pagar el alquiler. Lo importante, ¡¿qué duda cabe?!, es fingir que el ritmo académico no cesa y que quien se descuelga y no tele-estudia y tele-aprende contenidos académicos del bendito temario, es por vagancia, desgana, falta de interés o vaya usted a saber. ¿Y si hablamos de competencias? ¿Y si están aprendiendo otras cosas? ¿No podríamos modificar el temario y añadir….? Circulen. ¡¡Circulen he dicho! Aquí no hay nada que ver.
Pero todo no va a ser basura:
Son fascinantes las redes de apoyo ciudadano espontáneo con gente empática en general. En Bilbao, más de 1200 personas se han organizado en 16 barrios, contando con protocolos supervisados por personal sanitario. El voluntariado de la gente sin cargos ni galones, ha sido ejemplar: ha hecho la compra para personas que no conocía, cuidado de niñxs, ido a la farmacia, repartido tuppers, o terapia telefónica. Las autoridades, por supuesto, no han estado a la altura, y además de no darles reconocimiento, ha derivado allí a parte de sus usuarixs. Nada nuevo bajo el sol: sólo el pueblo salva al pueblo.
El nada homogéneo movimiento feminista que lleva lustros clamando que o ponemos la vida y los cuidados en el centro o esto se atasca, ha demostrado de nuevo que tiene razón y que debe ser escuchado (más allá de las camisetas con mensaje confuso de Zara made in Bangladesh). Señalar que mujeres y personas LGTBQI+ siguen en unidades convivenciales con terrorismo machista y violencia diaria o crear cajas de resistencias para trabajadoras del hogar que con contrato de trabajo o sin él, han mostrado a la ciudadanía que el estado de excepción laboral que viven es grave, urge. Las huelgas de limpiadoras o trabajadoras de residencias reivindicando mejoras en sus convenios, han debido cesar, mientras fábricas con plantillas masculinas se plantaban. Ahizpatasuna, denuncia que muchas migrantes por la inexistente flexibilidad burocrática, no han podido cumplir plazos de su regularización por habérseles cerrado fronteras o haberlas confinado en casa. Según Amuge, parte de la población gitana está seriamente afectada por ser trabajadoras autónomas, mientras sus hijxs están en casa sin manera de estudiar, leyendo en la prensa titulares antigitanos. Es necesario proseguir con esta unión del movimiento feminista y nutrirnos entre todas, para trabajar en la dirección deseable. Atrás quedaron (o deberían quedar) (o esperemos que queden algún día) los liderazgos y las prioridades de las demandas de las mujeres blancas, cisheterosexuales, autóctonas de clase media acomodada: momentos como estos dejan en evidencia que la realidad es la que es y que nosotras mismas podemos ser (y somos) opresoras. Mirémonoslo. Los feminismos son diversos, pero sin perspectiva de clase, estamos más perdidas que un pulpo en un garaje. Ya no podemos seguir negándolo.
El nada homogéneo movimiento feminista que lleva lustros clamando que o ponemos la vida y los cuidados en el centro o esto se atasca, ha demostrado de nuevo que tiene razón y que debe ser escuchado.
¿Y la CNT? Me alegra que me hagan esta pregunta. La CNT, no ahora, sino siempre, se deja los sesos proporcionando servicios de asesoría jurídica a quien la necesite, los dedos tecleando protocolos y guías de actuación para democratizar la información traducida a diferentes idiomas y por supuesto se deja la voz denunciado las irregularidades y tropelías que los empresarios cometen con la clase trabajadora. La CNT, se ha organizado desde sus secciones sindicales, ha formado parte de las redes vecinales, colabora con el movimiento feminista y da reconocimiento explícito a los servicios esenciales: sanitarixs, limpiadorxs, cajerxs de supermercado, repartidorxs, conductorxs o agricultorxs, reivindicando siempre el comercio local y la creación de tejido social que permita que en situaciones como esta, y siempre, practiquemos el apoyo mutuo. La CNT ha estado y está ahí, sin tener que rendir cuentas a nadie, ni venderse por miedo a no recibir futuras subvenciones, La CNT cree que tiene que estar, y quiere estar. Así que si tuviera que subrayar una consecuencia social de la crisis del coronavirus, sería que en estados de alarma como estos, todo es lo que parece y vemos con quién se puede contar: con la gente, con el movimiento feminista y con el movimiento anarcosindicalista. Espero que la memoria no nos juegue malas pasadas una vez volvamos a las calles y a lo que sea que quede de lo que solíamos llamar «normalidad».
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