Es evidente que la COVID-19 ha marcado el último año para toda la humanidad. Pero tras la crisis sanitaria se han puesto de manifiesto con una gravedad sin precedentes los peores males de nuestra sociedad. Las desigualdades sociales y económicas han aflorado con tal virulencia que nos han mostrado la peor cara del actual sistema económico en el que vivimos.
Hemos podido comprobar, pese a la propaganda del Gobierno, que las medidas sociales para proteger a la clase trabajadora han sido insuficientes. Desde los primeros momentos del confinamiento el año pasado, cuando la economía paró, vimos cómo miles de personas perdían sus trabajos precarios, o simplemente ni siquiera pudieron acceder a la economía sumergida en la que miles de familias subsisten en este país. Los servicios sociales de los ayuntamientos, los sindicatos o muchas otras entidades sociales ya no recibían consultas o llamadas para solicitar ayudas económicas; la gente pedía comida.
Ante esa situación se activaron bancos de alimentos, redes vecinales de apoyo, sindicatos colaborando para abastecer necesidades básicas. Una vez más, el apoyo mutuo y la solidaridad pusieron soluciones mucho más efectivas de parte del pueblo.
En los centros de trabajo, por contra, se evidenció una vez más la avaricia sin fin de los capitalistas. Pese a las nuevas leyes del Gobierno para aplicar ERTEs que debían salvar los puestos de trabajo, hemos tenido que combatir los distintos abusos y fraudes de muchas empresas: plantillas a las que se les exigía trabajar desde casa pese a estar de ERTE, coacciones y presiones para abandonar los puestos de trabajo durante los ERTE, cuando no directamente despidos sin ningún tipo de vergüenza.
Podemos decir que la crisis sanitaria ha servido para acelerar y empezar ya una crisis económica que se había de activar en pocos años. Así, grandes empresas y multinacionales de toda índole han acelerado los despidos masivos destruyendo empleo y acelerando la desindustrialización de nuestra economía. Por contra, en otro tipo de industrias se incrementa la subcontratación, aplicando peores condiciones a la mano de obra, con el beneplácito de comités de empresa.
Ante esa situación desde CNT reivindicamos una acción sindical que devuelva la dignidad a la Clase Trabajadora de este país. Reivindicamos el papel de un sindicalismo que defienda subidas salariales reales, que mejoren el poder adquisitivo de la gente, que defienda la igualdad real en las empresas. No queremos maquillar convenios, queremos que la gente se organice y luche para conquistar más derechos, más dignidad. Y creemos firmemente que el sindicalismo de acción directa de quienes integramos CNT representa los mejores valores de la humanidad, el apoyo mutuo y la solidaridad. ¡Viva el Primero de Mayo!
Ver en línea : Primero de mayo. CNT: Dignidad y sindicalismo