DOSIER Anarcofeminismo | Vitoria | Ilustraciones de Ana Nan y Mamen Moreu| Extraído del cnt nº 426
Feminismo de la diferencia, feminismo de la igualdad, feminismo clásico, feminismo radical, ecofeminismo, transfeminismo, feminismo negro, feminismo marxista, feminismo decolonial, feminismo rural o lesbofeminismo ¡nos lo quitan de las manos, señora! ¡Hay feminismo para todas! ¿Pero de qué vamos a hablar hoy? Hoy es tiempo de anarcofeminismo.
El anarcofeminismo es el feminismo que no busca y rechaza explícitamente la legitimación de sus ideas, discursos y acciones por parte del Estado. Como es de esperar, mantiene distancia con las estructuras del Estado y sus instituciones, y con la que está cayendo desde que el mundo es mundo, el anarcofeminismo viene pegando fuerte al encontrarse en una posición ideal para identificar las violencias que se ejercen en todos los ámbitos habidos y por haber. Entendemos que la misma idea del poder centralizado en un ente, gobiernos y administraciones, es violenta en sí misma por fundamentarse en la desigualdad de las personas y en la jerarquización de quienes habitamos un determinado territorio. El anarcofeminismo busca la ruptura de esa desigualdad de base, y la creación de relaciones horizontales capaces de construirse sobre la absoluta igualdad-equidad y respeto a la diferencia. Esta construcción pasa inevitablemente por dinamitar las estructuras económicas creadas por el capitalismo, que se sostienen sobre la explotación sistemática de las personas categorizadas como mujeres y de otras personas que viven en los márgenes de nuestra sociedad.
El anarcofeminismo es un feminismo radical, un feminismo en estado de alerta continua, que debe percatarse de todas las influencias que buscan controlarnos y dominarnos para mantenernos dentro del redil.
No queremos un feminismo representado en las urnas donde éste ejerza poder sobre el pueblo. El anarcofeminismo practica la acción directa, la autogestión y el apoyo mutuo. Nadie debe decidir por el resto en una sociedad entre iguales. Queremos acabar con las prácticas verticales que se alejan de la lucha por la igualdad, el reparto del trabajo, de la riqueza, la libertad sexual o una educación libre y crítica. Todas estas luchas quedan en nada cuando es un reducido grupo de la población el que decide y las organiza para que el resto acate. El anarcofeminismo está muy presente y es fuerte. Por eso el propio Estado, o grupos que son favorables a tener un Estado, asumen prácticas anarcofeministas interviniendo en asambleas, para dirigirlas desde afuera, desde arriba, moderar el discurso, las necesidades y las acciones, incluso fomentando la autogestión, aunque el dinero al final salga de estructuras jerarquizadas, para que parezca que damos pequeños pasitos, cuando debemos derribar a la bestia y empezar de nuevo.
El anarcofeminismo es un feminismo radical, un feminismo en estado de alerta continua, que debe percatarse de todas las influencias que buscan controlarnos y dominarnos para mantenernos dentro del redil. Cuestionamos los discursos del poder corporativo dominante, denunciamos sus hipocresías, sus reformas estéticas, y sus argumentos aliados con el sistema capital que sigue queriendo mantenernos en un segundo plano y definiendo lo que ellos consideran que es nuestra función para que el sistema siga su engranaje aprovechándose de nuestra fuerza de trabajo, tanto remunerado como invisibilizado y gratuito.
La educación de las mujeres, el trabajo y la relación entre géneros en el ámbito doméstico, son temáticas que las anarcofeministas de antaño trataron y a día de hoy nos siguen ocupando. La independencia económica de las mujeres es fundamental y la integración de los hombres en los espacios de cuidados atribuidos exclusivamente a las mujeres es imprescindible para poder superar este sistema, desmontar la metodología hegemónica, ideando nuevas formas de organización social basadas en los principios de igualdad, solidaridad y apoyo mutuo a través de la conciliación. El sindicato debe ser nuestra herramienta y el lugar de conexión para mujeres diversas y sus diferentes problemáticas: un lugar donde nos encontremos, podamos hablar, debatir, reflexionar, tener buenas ideas y llevarlas a la práctica.
Estamos construyendo el feminismo anarquista que necesitamos: el que critica a todos los poderes (insistiendo en identificar claramente al Estado como un aliado más del patriarcado) y el que crea las condiciones para construir un futuro más libre, para todas, todos y todes.
Al hablar de anarcofeminismo y conectando con este proceso en el que las compañeras anarcosindicalistas nos encontramos compartiendo, nutriendo y empujando para que el feminismo cobre la importancia que tiene en nuestro entorno y se integre de manera transversal en nuestra lucha social y sindical, no podemos olvidar la interseccionalidad. En nuestro proceso personal de ir tomando conciencia de cómo esto nos atraviesa a nosotras mismas, y a su vez atraviesa y estructura el mundo, hemos ido conectando con lo necesario que se hace visibilizar(nos) y trabajar(nos) en todos los ejes de opresión que vivimos. A muchas de nosotras, esto nos lleva a reflexionar sobre que, al militar en la CNT, nos encontramos con que es habitual que entre lxs compañerxs del sindicato se haya hecho o se esté haciendo un constante trabajo interno de revisión, autocrítica y rebelión respecto a opresiones en las que hemos sido construidxs y tenemos interiorizadas, como los anteriormente mencionados capitalismo o Estado (asumiendo inevitablemente también nuestras contradicciones y malestares) estando, por ello, ambos muy presentes en el discurso y en las prácticas sindicales de nuestra organización. Sin embargo, la sensación generalizada de las compañeras, es que desgraciadamente, por ahora, aún quedan otros ejes de opresión más cogidos con pinzas, invisibilizados, restados de importancia o «dados por sentado», estando entre ellos el patriarcado y el machismo. Y este punto ciego, sin maldad-premeditación-nocturnidad ni alevosía, sino por torpeza, puede llevarnos a que quizás se estén dando relaciones de poder y tensiones internas en nuestra lucha, al mismo tiempo que se están dando fuera.
Es un hecho que la experiencia íntima del poder ha hecho al feminismo poderoso, rabioso y revolucionario, pero, al mismo tiempo, al señalar de manera clara nuestros propios «egos» y «jerarquías», a veces se ha convertido en «peligroso» o «sospechoso» para nuestra organización. Esta realidad va cambiando, y estamos construyendo el feminismo anarquista que necesitamos: el que critica a todos los poderes (insistiendo en identificar claramente al Estado como un aliado más del patriarcado, que diría Segato) y el que crea las condiciones para construir un futuro más libre, para todas, todos y todes. Se trataría de un feminismo verdaderamente revolucionario que siguiera la estela dejada por nuestras antepasadas y al mismo tiempo la reactualizara para situaciones, colectivos y problemas de hoy por hoy.
Merece la pena pararnos a pensar sobre por qué ha sido necesario que dentro del anarquismo haya surgido la necesidad de nombrar el feminismo y por qué dentro del feminismo hemos visto importante subrayar el anarquismo. Reflexionemos sobre por qué las anarquistas y las feministas no hemos sentido que ninguna de las dos categorías nos representara plenamente, sin matices. Ambos anhelos, el feminista y el anarquista, pasan por una sociedad igualitaria y horizontal. Sin embargo, el anarquismo ha estado atravesado por un fuerte pensamiento patriarcal (aunque resulte una realidad muy incómoda para algunos compañeros) y al ser parte del movimiento feminista hemos encontrado claras jerarquías (aunque resulte una realidad incómoda para algunas compañeras). Por ello, a muchas, nos ha sido necesario nombrarnos anarcofeministas para estar en las diferentes luchas siendo coherentes.
Nadie debe decidir por el resto en una sociedad entre iguales. Queremos acabar con las prácticas verticales que se alejan de la lucha por la igualdad, el reparto del trabajo, de la riqueza, la libertad sexual o una educación libre y crítica.
Encajar las ideas anarcofeministas en el mundo en el que vivimos de forma real y coherente no es tarea fácil, y de eso seguro que saben mucho nuestras compañeras de Mujeres Libres. No lo es tampoco en el momento actual y desde luego no parece que vaya a serlo en un futuro próximo. Vivimos en sociedades claramente jerarquizadas, atravesadas por herramientas de poder tan fuertes como el patriarcado, el capitalismo y la moral católica. Existe un complicado engranaje mediante el que el Estado interviene y legitima, o no, todas nuestras decisiones: qué consumimos, qué producimos, a quién amamos, con quién vivimos, a quién cuidamos, a quién elegimos para que nos cuide, cómo nos relacionamos con el resto etc.
Nuestro devenir como personas que viven dentro de esta sociedad patriarcal y capitalista está en continuo choque con nuestras ideas anarcofeministas, generando contradicciones forzosas y diferentes malestares, y reafirmándonos en nuestros deseos de construir un mundo realmente anarcofeminista cada vez que vemos la miseria que el capitalismo genera y que el Estado legitima.
Por todo ello, comprometámonos a dedicar tiempo a honrar, interesarnos, replantearnos, aprender cuidar e implementar el anarcofeminismo. Esto será lo que mejore el anarcosindicalismo que como venimos diciendo hace tiempo, será anarcofeminista, o definitivamente, no será. Porque como dice el dicho «hay que elegir entre la verdad y el descanso», y nosotras, sin lugar a duda, ya hemos elegido: es tiempo de anarcofeminismo anarcosindicalista.
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