Villaverde Alto (Madrid) | Villaverde Alto | Extraído del cnt nº 426
Decía Lucía Sánchez Saornil que «un libro es una azada que va removiendo nuestra arcilla, desmigándola y trabajándola para convertirla en tierra fértil» y que «un libro puede empujarnos violentamente del otro lado de las cosas, y encontrarnos de pronto con una fórmula nueva de vida, con una inversión de valores que no habíamos sospechado». Los libros (nos) transforman y con ellos (nos) apr(h)endemos.
Desde luego un libro siempre es una ventana abierta hacia infinitas posibilidades. Desde el anarquismo y el anarcosindicalismo siempre hemos entendido la importancia, como arma política y social, de la difusión de las ideas a través de formatos como la prensa, los folletos o los libros. Por ello, hemos creído necesario dar cuenta de la actividad, en nuestro presente, de proyectos que giran alrededor del libro libertario, situándolos en este panorama incierto que nos atraviesa desde que la crisis sanitaria se insertó en nuestro día a día.
Decía Lucía Sánchez Saornil que «un libro puede empujarnos violentamente del otro lado de las cosas, y encontrarnos de pronto con una fórmula nueva de vida, con una inversión de valores que no habíamos sospechado».
Proyectos como los encuentros del libro anarquista, que pueblan muchas de nuestras ciudades; librerías especializadas que nutren nuestros barrios desde la proximidad; editoriales que hacen fértiles los debates y reflexiones en torno a las ideas de emancipación; lectoras ávidas de páginas donde ir desmigándose y trabajándose. Sabemos que son muchísimos los proyectos y personas —cada vez más— que habitan esta escena cultural, y que este acercamiento es parcial, pero creemos que da cuenta de muchos de los sentires que nos han invadido en este año a las que sentimos el libro como parte esencial de nuestro día a día.
Nos acercamos a la librería de la Fundación Anselmo Lorenzo (FAL), en la calle Peñuelas de Madrid, en el mismo barrio donde nació nuestra Lucía. Hablamos con su librero, Miguel Ángel, sobre el panorama actual del mundo del libro libertario y nos muestra su optimismo: «la democratización de las herramientas de edición, unida a las posibilidades que aporta la impresión digital, han llevado a que ahora mismo exista una eclosión de literatura y proyectos editoriales de corte libertario como no se veía en mucho tiempo, quizá desde la Transición». También nos habla sobre el cese que ha sufrido toda la actividad cultural a la que se da cobijo en el espacio: «la crisis supuso un parón en un primer momento, aunque luego, con la potenciación de la venta y los actos online, se ha recuperado un poco».
Víctor Rodríguez Lledó, compañero de CNT-Jaén, comparte la visión optimista en cuanto al surgimiento de proyectos ligados al tejido del libro libertario. Víctor es un lector que participa en varios proyectos editoriales como socio suscriptor, algo que ve como «una alternativa que también te liga de forma especial a ellos». Su percepción es «que estamos en el mejor momento —si hablamos de los últimos 10 o 15 años— en cuanto a volumen y a calidad de los contenidos que se publican». Por su parte, la compañera Carmen Gallar Sánchez, de CNT-Madrid nos habla de forma más global sobre el movimiento libertario, que ve algo alicaído desde aquellas manifestaciones contra la operación Pandora y Piñata; reconoce que «por aquel entonces, aún quedaban espacios en prensa alternativa dedicados al anarquismo… Hoy, más allá del Todo por hacer, queda poca cosa en formato periódico», mientras que, centrándose más en las editoriales, cree que «algunas resisten con cierta solvencia, como Antipersona, Calumnia o Piedra Papel Libros y algunas han tenido éxito ante un público más general, como Pepitas de Calabaza o La Felguera. Otras, que tuvieron éxito en nuestros círculos, se han perdido, como Klinamen»; además nos confiesa que «perder Klinamen fue un palo».
Hablamos con tres editoriales que tienen mucho en común. Al inicio de la pandemia pararon toda su distribución para que las trabajadoras de las empresas de mensajería no se expusieran al virus; son tres editores que, a pesar de no depender económicamente de los ingresos de sus editoriales, le ponen mimo y cuidado a todo lo que hacen.
La Editorial Volapük nace en 2013 como un proyecto de difusión cultural crítico y libertario, publicando textos de todos los géneros literarios. Sergio Higuera nos cuenta que toda su actividad se ha paralizado, con un letargo que aún persiste. En los primeros meses de confinamiento liberaron los títulos que quedaban de la tetralogía del desempoderamiento: Autogestión cotidiana de la salud y Educación sin propiedad, «nunca venían más al caso», asegura Sergio.
Calumia Edicions, por su parte, es una de esas editoriales que funcionan con suscriptores; se constituyó oficialmente en 2010 y publica textos de temática libertaria organizados en torno a varias colecciones de literatura e historia, y también publicaciones periódicas. Jordi Maíz nos cuenta que «la crisis sanitaria nos ha afectado básicamente desde el punto de vista emocional. Nosotras no vivimos de los libros», ya que la editorial surgió «para compartir experiencias poéticas, históricas y literarias pero desde el presente, en el que, con la excusa de un libro, pudiéramos vernos las caras, sonreírnos, debatir y darnos algunos abrazos. Eso se ha perdido». Esta situación les ha hecho cambiar de marcha, ya que reconoce se habían «involucrado en un proceso de edición totalmente acelerado». Ahora están trabajando, junto con el colectivo memorialista Els Oblidats, en diversas investigaciones sobre anarquismo en Mallorca.
Es un caso similar al de la editorail Episkaia, a quien la crisis sanitaria ha afectado «sobre todo en lo personal». Una de sus editoras, Clara Morales, nos cuenta que el proyecto «nació como fanzinera allá por 2006, publicamos nuestro primer libro en 2016 y comenzamos nuestra nueva etapa, más activa, en 2018»; publican obras colectivas con las que reflexionar de manera conjunta desde diferentes prismas y en torno a un tema común, con especial interés en títulos que no aceptan el estado actual de las cosas y con una mirada crítica que viene del ecologismo y el feminismo. «La pandemia nos ha refrendado en una idea que ya teníamos: los libros no tienen fecha de caducidad» remarca, y continúa señalando que también les «ha mostrado de manera más cruda los efectos de un sistema basado en el monopolio, la competencia desleal y la precariedad como el de Amazon. Y nos ha hecho apreciar más los encuentros cara a cara con las lectoras». Ahora están inmersas en la presentación al público de su novedad Utopía no es una isla de Layla Martínez.
Sobre la necesidad de los encuentros físicos, de compartir espacios, de besarnos y abrazarnos, nos hablan todas. Precisamente, la primera feria que tuvo que cancelarse, cuando ya tenían todo prácticamente cerrado, fue la Feria del Libro Anarquista de Sevilla. Su XI edición se celebraba el fin de semana del 27 de marzo, solo unas semanas después de ese 9 de marzo donde nos sobrevino la cuarentena. Desde la organización nos reconocen que «fue doloroso, no solo por el trabajo y recursos invertidos sino por la ilusión de vivir la Feria Anarquista, que es un evento muy especial e importante para la Sevilla libertaria». Fue lo que también les pasó, pero unos meses después, a las compañeras de la Feria del Libro Anarquista de Bilbao, que se debería haber celebrado el 16 de mayo.
Desde ambas organizaciones comparten que se está a expensas de la evolución de la crisis sanitaria, sin embargo ambas tienen la esperanza de volver a realizar el evento. Mientras en Bilbao se pretende mantener el cartel de 2020, desarrollando el evento en un espacio público o en un local autogestionado, en Sevilla están «barajando otras posibilidades de poder hacer algo que compartir con el público, como podcasts, difusión de contenidos, pequeñas presentaciones de fanzines o libros».
Se me vienen a la cabeza librerías como El Lokal o La Malatesta; editoriales como La Linterna Sorda, Descontrol, Virus o Imperdible; encuentros como la Mostra del Llibre Anarquista de València o el Encuentro del Libro Anarquista de Salamanca… Un tejido que crece y que deseamos volver a disfrutar en breve. Mientras, la solidaridad y el apoyo mutuo (nos) sostienen y dan calor, también, en tiempos de crisis sanitaria.
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