GLOBAL: Travesía zapatista por la vida| Sierra Norte (Madrid) | Fotos: distintos momentos de la delegación zapatista, escuadrón 421, en el barco rumbo Europa (EZLN) | Extraído del cnt nº 428.
Cuando tengamos este número del periódico en las manos, habrá arribado la primera delegación zapatista a las costas europeas. Vigo y su gente recibirá a lxs siete primeras compas que forman el escuadrón 421. Habrán cruzado el Atlántico surcando las olas, al contrario y al revés de la historia. Cabalgando a lomos de la Montaña, ese barco que lxs trae poquito a poco, aupadxs por la brisa y cargadxs de utopías.
La información que nos llega nos habla como siempre de relatos hinchados de simbología. Nos cuentan que con ellxs viaja un polizón extraordinariamente parecido a un escarabajo. Que le intentan capturar pero que no lo han logrado y cuando consiguen acorralarlo, ese bichito les embruja con cuentos y leyendas de cosas terribles y maravillosas. De historias ocurridas y de otras por acontecer. Y desafía a la Hydra con un mondadientes como lanza y una tapa de plástico de algún frasco como escudo.
«Más que navegar, la Montaña parece bailar al mar», dicen. Y es que no puede entenderse el zapatismo sin Don Durito, ese caballero andante con forma de escarabajo que decide recorrer los caminos del mundo para deshacer entuertos, apoyar al débil, humillar al poderoso. Ni sin que suene una cumbia de fondo.
El zapatismo bebe de la figura del Che Guevara, de las guerrillas latinoamericanas, pero no comparte su ideario. Alejado de los partidos políticos, todo su empeño está puesto en sembrar semillas de resistencia y rebeldía cada vez más lejos.
Este, es un viaje por la vida. Así de simple. Así de contundente. La insurgencia zapatista, el Ejército de Liberación Nacional, el EZLN, se nutre de hermosas contradicciones, se dice antimilitarista, pero está armado, y por eso defiende la consigna de «mandar obedeciendo». Una guerrilla que lucha por su propia inutilidad y que destruye todos los falsos lenguajes marxistas-leninistas en un contexto posterior a la caída del muro de Berlín y donde los símbolos importan más que las armas y la palabra se convierte en una estrategia político-poética que huye de la dominación y del poder.
Empapado de indigenismo, a lomos del México revolucionario de Emiliano Zapata, de la mano de maestrxs, filósofxs e intelectuales y tejiendo redes que no dejan de crecer en ese andar que viene de las montañas y se acerca a las ciudades. Bebe de la figura del Che Guevara, de las guerrillas latinoamericanas, pero no comparte su ideario. Alejado de los partidos políticos, todo su empeño está puesto en sembrar semillas de resistencia y rebeldía cada vez más lejos.
Su voz se construye con las voces múltiples de las comunidades. Con la suma individual y colectiva de sus pobladores. Y sus caracoles, autónomos, soberanos, conforman una suerte de estructura por abajo y a la izquierda. Les une un propósito común, la lucha «por un mundo donde quepan muchos mundos, un mundo que sea uno y diverso». Esa dimensión universal del zapatismo radica en su contenido indígena, que lo lleva a construir un lenguaje fundamentado en la ética y en los derechos humanos, que encuentra lo universal en lo particular. Que transita de lo grande a lo pequeño.
Partiendo de la exigencia de «democracia, justicia, libertad, y más aún: dignidad», el ideario zapatista no se conforma con una transformación local, ni regional, ni siquiera nacional del sistema. Hacen un replanteamiento de la cultura política donde lxs representantes estarían al servicio de la base social, del pueblo. Quieren invertir la pirámide del poder. Hablan de democracia directa y aunque no se definen como anarquistas, no sólo comparten sus colores con los nuestros, sino que su ideario, su forma de organizarse y hasta los matices que van incorporando, como el señalamiento al patriarcado y al capitalismo, o su convicción de que la transformación social no será posible si no es universal, nos identifican cada día un poco más.
En casi todos los territorios españoles hay representación de sindicatos de la CNT coordinando y construyendo esta Gira por la Vida que supone recibir y acoger en nuestros pueblos y ciudades esa «invasión consensuada» de lxs compañerxs zapatistas que pretende dar un puñetazo en el mal llamado primer mundo, comenzando por Europa.
Antes incluso de su llegada, en ese intento de gritar al mundo para que despertemos y abandonemos la comodidad, los falsos miedos, la inacción y la delegación, nos han empujado a tejer redes, a sumar, a ponernos cara en esa izquierda dividida y trasnochada que se ha quedado sin respuestas. Sin apropiarse la representación, sin juzgar, casi sin hacer nada, el EZLN enarbola la bandera contra el capitalismo con instrumentos innovadores.
La participación activa de las mujeres, de lxs jóvenes, con proyectos pedagógicos liberadores, cooperativas agrarias, desarrollando el principio de «para todxs, todo, para nosotrxs nada», retirando a sus cuadros político militares de los gobiernos autónomos, rotando los puestos de representación, poniendo en práctica lo de bajar y no subir, convencer y no vencer, asumiendo la dignidad como herramienta imprescindible y la ética y la palabra como arma de lucha, este acontecimiento que se perfila para este verano del 2021, pudiera ser un antes y un después en la historia de la lucha revolucionaria por la transformación social de un planeta que agoniza.
Y lo curioso, lo llamativo, es que le falta el compromiso de la clase trabajadora, esa base sobre la que se construye la CNT con herramientas al margen del sistema, lo que supondría poner sobre la mesa un ingrediente más que interesante a esta revolución de las ideas. Esta locura maravillosa del ideario zapatista tiende a ser incomprendida como lo fue el 15M. Políticos y tecnócratas no pueden ver en las nuevas políticas de base horizontal y que hablan de decrecimiento más que un atraso cultural y una causa del subdesarrollo. No comprenden que en Chiapas el amor por la tierra fue precisamente el motor del desarrollo y el principio de la construcción de una nueva forma de organizarse al margen del Estado-Nación.
Hablan de democracia directa y no se definen como anarquistas, pero su ideario, su forma de organizarse y hasta los matices que van incorporando, como el señalamiento al patriarcado y al capitalismo, nos identifican cada día un poco más.
También parecía suicida ese uno de enero de 1994 en que bajaron de las montañas desde el rincón más olvidado de la tierra hace ya un cuarto de siglo, y quizás no fue que el mundo pusiera a Chiapas en el mapa, más bien puso al mundo en Chiapas. De pronto la conciencia colectiva vino a darse cuenta de la absoluta insensatez económica que suponía el Tratado de Libre Comercio que veía la luz esa misma madrugada.
Si para México fue un revulsivo y un rechazo contundente a la reforma agraria de 1992, para el mundo entero fue la primera movilización universal contra la dictadura de los mercados, la primera grieta en el muro del sistema. De pronto, algo quedó demasiado claro y evidente: o acabamos con el capitalismo, o el capitalismo acabará con nosotrxs.
Habrá quienes les tilden de ingenuos soñadores, pero nadie dudará de su audacia, esa que tan bien sabe plasmar el subcomandante Marcos en sus comunicados cargados de lirismo y de ironía. Marcos cambió su nombre en homenaje a un compañero caído y se hace llamar en la actualidad subcomandante Galeano. Quizás esta costumbre zapatista de adoptar nombres simbólicos se sume al símil de los espejos que tanto le gusta usar a Marcos.
Es la historia del viejo Antonio, el origen del pasamontañas, el puente que conecta el zapatismo con las comunidades indígenas, la de los dioses que se sacrifican para hacer el sol y la luna, el principio de ese nuevo lenguaje que conecta al mundo indígena con el mundo urbano. El boom del zapatismo en los 90, cuando la asamblea se convierte en la máxima autoridad.
El espejo frente al espejo. La contradicción, la realidad, la irrealidad. No vemos su rostro porque todxs somos Marcos. Ni líder, ni mártir, decía. «Marcos, el personaje tiene que morir, pero yo prefiero vivir. Las comunidades, lxs compañerxs, van a tener que decidir con él».
Por eso, esta revolución no tiene rostro. En ella tienen cabida todxs lxs excluídxs, todxs lxs explotadxs, todxs lxs sin voz. «Es tiempo de nuevo para que bailen los corazones, y que no sean ni su música ni sus pasos, los del lamento y la resignación. Iremos a encontrar lo que nos hace iguales. En el mundo que sentimos en nuestro corazón colectivo, hay lugar para todas, todos, todoas. Simple y sencillamente porque ese mundo sólo es posible si todas, todos, todoas, luchamos por levantarlo».
La entrada La revolución sin rostro se publicó primero en Confederación Nacional del Trabajo.