En este Primero de Mayo, la clase trabajadora y el sindicalismo no tenemos mucho que celebrar. Para satisfacer los intereses la OTAN nos encontramos inmersos en una guerra que amenaza con tener dimensiones mundiales. Una guerra, que como todas, sirve para enriquecer a los ricos y empobrecer a los pobres. En medio del neoliberalismo “light” que protagoniza nuestro gobierno, vemos como aumenta la desigualdad, la destrucción de los servicios públicos y la privatización de servicios esenciales. Vemos como se siguen socavando las pensiones a través de leyes con letra pequeña, como continúan los desahucios, la lastimosa situación de la sanidad. Y vemos, al calor del conflicto bélico, como aumenta el patrioterismo, los gastos militares y el fascismo. Y utilizando la guerra como subterfugio, vemos subir la inflación, que no en vano es conocida como el impuesto de los pobres, llegando hasta el 10%, mientras que la subida salarial pactada no llega al 3%, haciendo que millones de personas apenas puedan acceder a los productos básicos. Y como la otra cara de esa moneda, vemos como la gran banca española aumentó sus beneficios el año pasado un 28%.
Y vemos también como las recetas que se aplican para “reducir” esa inflación son las mismas que en otras ocasiones han resultado inútiles para ello. Aunque, eso sí, han producido millonarios beneficios para los mismos de siempre.
De la misma forma que ocurría en la novela “Rebelión en la granja”, la ministra de trabajo borró la palabra “derogación” de sus promesas y acordó con los empresarios una nueva reforma laboral que en nada recupera los derechos perdidos en las anteriores. Lo mismo, pero peor incluso, ocurre con la ley mordaza, que verá como se termina la legislatura del gobierno más progresista de la historia sin suprimir esa ley fascista que criminaliza a toda la sociedad, aunque eso sí, se ha dedicado a infiltrar policías en los movimientos sociales.
Al hilo de este clima en que sólo recibimos gato por liebre, según las encuestas la mayoría de la clase trabajadora se identifica como clase media, intentando huir del estigma en que se ha convertido ser persona trabajadora. La solidaridad, el sacrificio por el bien común, la unión de los y las de abajo se han convertido en palabras vacías y sin sentido para una juventud que sólo encuentra obstáculos en su camino, explotación en el trabajo, sueldos miserables y un absoluto desprecio por el futuro común.
El papel de los gobiernos en este fin de ciclo se reduce a intentar mantener el espejismo de que bajo el capitalismo puede haber algún progreso social. Su papel es garantizar que los que tienen realmente el poder sigan acaparando cada vez más riqueza. Para eso nos mantienen como al burro que va tras la zanahoria impidiendo que veamos la realidad que tenemos por delante. Intentan hacernos creer que este es el único orden de las cosas posible. Hacernos creer que no hay ninguna combate entre el capital y las personas; que no se debe protestar, sino que basta con votarles. Pero la situación es cada vez más insostenible, desde cualquier punto de vista. La amenaza del cambio climático, de la primacía de los imperialismos, el agotamiento de los recursos, parecen llevarnos a una situación de impotencia e incertidumbre de la que parece imposible salir. Pero si es verdad que no se puede mentir a todo el mundo todo el tiempo, llegará un momento en que toda esa farsa se desplomará y seremos capaces de ver quienes mueven realmente los hilos. Contribuyamos a que llegue ese momento.
En este día de lucha, es importante recordar que los servicios públicos son un derecho fundamental que garantiza una sociedad justa y equitativa. La privatización y la precarización de la sanidad y la educación no solo implica la pérdida de derechos laborales, sino también un deterioro en la calidad de la atención que se presta a la ciudadanía. La salud y la educación son pilares fundamentales de cualquier sociedad, y por eso debemos defenderlos con uñas y dientes. Los servicios públicos no pueden ser vistos como un negocio rentable para unos pocos, sino como una responsabilidad del Estado hacia la población. En este Primero de Mayo, hacemos una llamada de atención a la Junta de Andalucía para que deje de lado sus intentos de privatización de los servicios públicos y garantice el acceso universal y gratuito a una educación y sanidad de calidad para todos y todas.
En este Primero de Mayo, los sindicatos combativos de clase CGT, CNT, SAT y USTEA, salimos a la calle para denunciar los abusos, las mentiras y el expolio al que nos quieren someter las élites económicas y sus aliados de la clase dirigente. Bajo el lema «Reventemos su Juego» nos unimos a la lucha por la dignidad laboral, por la justicia social y por la libertad sindical. En este momento de crisis global, de guerras, inflación y corrupción, la clase trabajadora y el sindicalismo no podemos permitirnos permanecer en silencio. Debemos levantar nuestra voz y unirnos para resistir y combatir las políticas neoliberales que solo benefician a unos pocos y perjudican a la mayoría. Solo a través de la unión y la solidaridad, podremos construir un futuro justo y equitativo para todas y todos.
¡Feliz Día Internacional de la Clase Trabajadora!
¡Viva el 1 de mayo!
¡No vamos a perder! ¡El pueblo unido jamás será vencido!