EL CUARTO OSCURO | Ilustración de Sofía V. | Extraído del cnt nº 431
Un día, al salir de la cárcel (de visita), estando vacía ya la sala de espera de familiares, se dirigió a mí un funcionario, y me preguntó que si me podía llevar en el coche a Doña Acracia (su nombre real), porque no tenía transporte. ¡Claro que sí!
Doña Acracia resultó ser una mujer de unos setenta años, de pinta sencilla, bajita, con algo de sobrepeso. Pelo blanco, sonriente, camisa azul de lunares con cuello blanco, falda oscura, zapatos negros y bolso.
La señora me iba dando las indicaciones. Me explicó que antes solía hacer el camino andando –si nadie podía llevarla–, pero ya por la edad le iba costando cada vez más. Llevaba muchos años yendo a ver a su hijo. En la cárcel se le habían ido liando las cosas cada vez más, y el hombre enfermó de los nervios, con lo cual su condena era eterna. Total, que llegamos a su casa, ubicada en un barrio de los de poca fama, y Doña Acracia insistió en convidarme. Y mientras bajaba del coche, vinieron varias vecinas muy expresivas a saludar, y a observarme con mucha guasa y curiosidad. Eran muy variadas de edades y aspectos, desde andadores a carritos de bebés, pero todas tenían en común: una personalidad enorme, un derroche de energía, una alegría en expansión, una capacidad atómica para ayudarse y cuidarse entre ellas, que echo a faltar entre los hombres. De hecho, allí no había ningún hombre, porque andaban «en sus cosas».
Hablaron mucho, en resumen: de ilusiones, de proyectos, de deseos, de conflictos, de malos tratos, de la policía, de las drogas, de abusos, de la cárcel, de los hijos, de la vida… y de cómo hacerse respetar.
Doña Acracia hacía allí un papel benévolo, y se dejaba querer. Su historia: su padre vino deportado para trabajar en las colonias (campos de concentración). Su mujer le acompañó en ese Destino con los niños viviendo en una choza, malviviendo de la rebusca… Nació Doña Acracia, y después ella tuvo un hijo, y luego siguió la racha, muertes y nacimientos, mercadillos… Me fui con una sensación agridulce.
Por eso si me preguntan por mis ideas me viene a la cabeza ese encuentro, y respondo que Doña Acracia es mi musa, mi inspiración. Ya que si algo es capaz de luchar sin concesiones ni desmayos, es la mujer.
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