DOSIER «Por la emancipación» | Valladolid | Ilustración de Karma | Extraído del cnt nº 429
Cuando nos hablan de emancipación socialmente se piensa en las personas más jóvenes y su dificultad para independizarse. Estadísticas, política y medios de comunicación nos machacan con que a la juventud le cuesta lograr empleos y salarios que les permita iniciar una vida autónoma, emancipada. ¡Cómo si esto fuera solo problema de la juventud!
Hablar de emancipación en estos términos persigue recortar nuestras mentes y erradicar aspiraciones revolucionarias. Olvidar el verdadero significado de la emancipación empequeñece nuestro espíritu y lo vuelve mediocre, pues a pesar de tener independencia y autonomía, vivamos donde vivamos en este mundo, como personas y clase trabajadora que somos, estamos sometidas a la dominación de la explotación capitalista (o la que toque) y nosotras las mujeres, además, la del patriarcado.
La verdadera EMANCIPACIÓN es una palabra grande y de acción. Lleva implícita en sí misma el camino para la verdadera transformación social y revolucionaria. Liberar a la humanidad de cualquier clase de subordinación o dependencia solo puede producirse por el hecho revolucionario libertario. Es un gran proyecto que el anarquismo se propuso desde sus inicios, y por el que pelearon especialmente las mujeres anarquistas. Nuestras acciones han de conducirnos hacia ese objetivo. No debemos abandonarlo por muy difícil o inalcanzable que nos parezca.
El patriarcado siempre ha querido apropiarse del cuerpo de la mujer, ponerlo a su servicio, controlar su sexualidad y reproducción, ya sea por la fuerza o con normas/leyes.
En este largo camino de lucha el discurso y la acción feminista son indispensables, pues solo cuando la mujer sea libre, la humanidad podrá serlo también. Ya nos lo dijeron en los años 30 del siglo XX las compañeras de la organización Mujeres Libres. Ellas lo vieron claro, se organizaron y establecieron por primera vez en la historia y en pro de la liberación de las mujeres trabajadoras, una ruta programática que desarrollaron incluso durante toda la guerra. Solo el triunfo del fascismo y el patriarcado coercitivo pusieron fin a su proyecto.
Si bien MM.LL. nunca habló de patriarcado, sin nombrarlo lo identificaron y señalaron como la peor dominación que la mujer sufre: la que el hombre ejerce sobre la mujer, por el mero hecho de ser mujer. Tuvieron que pasar décadas para que desde el feminismo más radical se empezase a hablar de nuevo de esta opresión.
Hoy sabemos que el patriarcado atraviesa toda la sociedad y sus estructuras. Da igual el momento histórico que analicemos, allí estará. Es la lacra mundial que impide a la mujer ser libre y que avancemos socialmente en igualdad real. Lo conocemos cruel y asesino, o por el contrario ladino y paternalista, según el momento o el rincón del mundo al que miremos. Las religiones y sus instituciones han sido herramienta de opresión a su servicio, que justifican condiciones de inferioridad y sometimiento. Y ¡Ojo! Que tampoco tolera «traidores» y ahí está ese patriarcado-machirulo actuando contra gays y trans.
Mientras haya patriarcado no podrá darse una revolución verdaderamente emancipatoria, por lo que el camino hacia la emancipación pasa sin remedio por estructurar la lucha contra el patriarcado y combatirlo en todos los frentes. No es suficiente gritar consignas en la calle, decirnos o sentirnos antipatriarcas una vez al año. Hace falta formarse y reflexionar, sobre todo allí donde las mujeres padecemos un patriarcado de consentimiento, que otorga a nivel legal los mismos derechos a todas las personas, independientemente de su sexo biológico o sentido. En estas condiciones incluso hay mujeres que desde su poltrona niegan su existencia, es cosa de talibanes para ellas, porque aquí vivimos en otro mundo, democrático, desarrollado y libre. Olvidan las violaciones y asesinatos, la trata con destino a la explotación sexual, los despidos por quedarse embarazada, o la carga extra que añadió el teletrabajo a las mujeres.
Cada vez que el feminismo cobra fuerza y se muestra rotundo con luchas amplias e intensas, el patriarcado pone en marcha todos sus recursos para quebrarlo, diluirlo o reconducirlo.
Cada vez que el feminismo cobra fuerza y se muestra rotundo con luchas amplias e intensas, el patriarcado pone en marcha todos sus recursos para quebrarlo, diluirlo o reconducirlo. Así de mano del neoliberalismo el patriarcado reconvirtió la revolución sexual de los años 60 en un «sírvase usted mismo» intensificando la mercantilización de la sexualidad y de los cuerpos. Todo vale si da beneficio, ya sea turismo sexual, pornografía, prostitución, vientres de alquiler o trata de personas. Tampoco duda en utilizar el sistema judicial/legislativo y su consecuencia, el sistema penal, para mantener la dominación sobre las mujeres. El aborto es un ejemplo icónico. No debemos olvidar que un rasgo definitorio del patriarcado es que siempre ha querido apropiarse del cuerpo de la mujer, ponerlo a su servicio, controlar su sexualidad y reproducción, ya sea por la fuerza o con normas/leyes, pues sobre nosotras, las mujeres con útero, continúa recayendo el futuro de la especie. Y como siempre se nos ha negado el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y sexualidad, debemos mirar con lupa todo lo que tenga que ver con ello. Hemos de analizar todo avance tecnológico, ley, norma, costumbre, relato, etc., especialmente si trata sobre los cuerpos y la sexualidad, buscando qué beneficio reporta a los varones y su patriarcado y de qué forma puede contribuir a nuestro perjuicio, o menoscabo como mujeres y si afecta a la libertad de decidir.
ANTIPATRIARCA ha de ser más que un grito. Un hacer diario y consecuente en pro de la verdadera emancipación. La tarea es titánica y compleja, llena de frentes abiertos. Y aunque continuamos teniendo que luchar todavía por la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos, por el aborto y la natalidad conscientes, por una verdadera revolución sexual, hoy por hoy formar y capacitar es tan necesario como lo fue en el siglo pasado, así como promover el laicismo o la educación sexual. Educar en igualdad y en libertad debe ser una exigencia y luchar contra la pobreza, que tiene rostro y nombre de mujer, una prioridad pues de la pobreza se nutre desde la esclavitud sexual y los vientres de alquiler, hasta la trata de personas.
La lucha antipatriarcal es el gran reto del siglo XXI. Requiere actuar organizadamente con unidad de acción y determinación, como solo podría hacerlo el movimiento libertario, porque tenemos la certeza de que es el único camino hacia la emancipación.
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