“Ya nunca un paso atrás, ya no, ya tengo la cabeza como un adoquín y todos para adelante”
El tren nos lleva hasta la localidad sevillana de Utrera, donde se ubica el Grupo Prasur, empresa dedicada a la fabricación de cubiertas y módulos. Desde el año 2008 ha visto reducida su plantilla en un tercio contando actualmente con más de 100 trabajadores que empezaron a sufrir atrasos en el pago de sus salarios desde mayo de 2008. A partir de diciembre de ese año, Grupo Prasur no ha pagado ni una sola nómina. Ellos siguen acudiendo cada mañana a defender su puesto de trabajo mientras sobreviven en condiciones cada vez más duras. Nos hemos citado con un grupo de compañeras y madres de trabajadores de esta empresa, con la que CNT mantiene un conflicto desde hace varios meses.
Nos interesa compartir con ellas sus opiniones y experiencias en torno a esta lucha, mostrar a través de esta entrevista una voz fundamental en este y todos los conflictos –y muchas veces invisible-: la de las mujeres que unen sus fuerzas a la de los trabajadores afectados, que se lanzan a pelear codo a codo contra las injusticias, que asumen como propia y convierten en colectiva una lucha que se suma a todas las que ya llevan adelante en su vida cotidiana.
¿Cómo os encontráis en estos momentos?
– En la vida pensábamos que iba a llegar a tanto. Creíamos que iba a durar, como mucho, dos meses, como la otra vez.
– Hay días buenos, hay días malos… Hay días en los que una tiene los ánimos mejor. Otros… depende de las situaciones…
– Yo soy madre de un trabajador. Por culpa de ese hombre, ha perdido mi hijo su casa. No se la han llegado ni a entregar siquiera. Le dieron una vivienda de protección oficial y, claro, trabajando, no había ningún problema y tenía su hipoteca aprobada. Y a la hora de firmar le dijo el Banco que no. Que como estaban las cosas en Prasur, mi hijo tenía que renunciar a su vivienda. Le toca una vivienda, le sigue trabajando a ese señor y la pierde. Y es lo que más te duele. ¿Estando trabajando y que tú pierdas tu casa? A ver cómo se come eso.
– Yo no sabía nunca en la vida dónde nos íbamos a meter. Yo nunca me he visto así. Cuando llevábamos un mes en esta situación, mi marido estaba entre firmar o no firmar, y yo le decía, firma ya y te quitas esto de encima. Nosotros nunca hemos tenido dinero. Qué más nos va a dar no tener. Pero luego llegó y me dijo: mira, vamos a ir a un sindicato [CNT] a ver lo que nos dicen. Y cuando tuvieron la primera reunión, vino y me dijo, yo vengo muy bien…
– Fueron muy claros explicando las cosas, lo que no ocurrió con las primeras reuniones que tuvimos con la UGT. Hubo dos, con todos los trabajadores. No fueron claros, pares y nones. Ni dijeron lo que podía suponer. La política de la UGT es como el avestruz, esconder la cabeza. Y no puede ser.
– Y entonces cuando me dijo que él ya no quería firmar, ya fue cuando me vine abajo, me hinché de llorar y le dije, pues si tú no firmas, ya no se firma, aunque sea que nos alumbremos con una vela. ¿No quieres firmar? No firmes, pero esto va a ser un camino largo. Aquí vamos a pasar lo nuestro. Pero para adelante. Y ya no me vuelvo para atrás.
¿Sentís algún tipo de responsabilidad como madres o mujeres de trabajadores?
– Somos más responsables, porque tú eres la que lo tienes que animar y la que llevas la casa.
– Es que tú llevas el carro, chiquilla, con ayuda de ellos, pero es que ese carro tú tienes que empujarlo para adelante. Ahora te sientes mal, porque dices, con qué poco me estoy aviando ahora, con los dineros que hemos cobrado estos años atrás, que nunca nos llegaba, y ahora que no tenemos nada y nos estamos aviando. Con más necesidades que antes, claro está, porque antes no tenías la necesidad de esperar al mes que viene para comprar los deportes a la niña.
– Lo peor es tener que pedirlo y, ¿a quién se lo pides? Está todo el mundo igual. Porque el que tenga familia que pueda ayudarlo, sí, pero el que no, ¿a quién acude? Porque el Banco no te da una mano, sino que te pone el pie.
– Me siento responsable de no haber insistido en que firmara y en que lo hubiese dejado. Estaríamos como estamos, posiblemente. Ya se hubiese pasado por juicio, hubiéramos cogido el dinero que se hubiese cogido y estaríamos de otra forma.
– Todas: ¡O no!
¿Pensáis que ellos son conscientes del peso que lleváis vosotras?
– Sí, muy conscientes.
– Yo creo que mi marido no hubiera seguido para adelante si yo no estoy aquí.
– Yo creo que las mujeres son el puntal de la casa. Independientemente de que alguno la lleve, yo creo que las mujeres lo son… para lo bueno y para lo malo.
Ellos sienten que repercute en su entorno…
– Mi marido lleva mal los cumpleaños de los hijos, se ha quedado sin regalar y eso para él… Mi marido tiene la pena de no poder comprar regalos. A las manifestaciones y a las concentraciones viene toda la familia por delante. Pero mi niño tiene quince años y le ha dado vergüenza que vengan mis hermanas a casa a traerme mandados. Mamá, ¿tan mal estamos que tienes que ir a pedir mandados? Nunca nos habíamos visto así.
¿Cómo es vuestro día a día?
– Esperar a que lleguen las dos y pico de la tarde y decir: ¿novedades?
– La gente de la CNT nos ha levantado mucho el ánimo. Y nos apoyamos unas a otras. Mira, por decirte una cosa, no he podido comprar medicinas que necesita mi hija, porque las mías son más prioritarias. Cuando ya estemos mejor, podré comprar su tratamiento para el estómago. Por eso te digo que…
¿Vosotras cómo os organizáis, os veis diariamente?
– Prácticamente nos vemos todas las tardes. Ahora que no está el local, nos vemos menos, como no hay donde reunirse… [A principios de abril, el SOV de CNT-Utrera fue desalojado de los locales de Patrimonio Sindical Acumulado a instancias de la UGT]. Nos conocíamos casi todas, a alguna más de vista que otra cosa, y ahora, como todas estamos viviendo la misma situación, sabemos lo que hay, las necesidades que tenemos, sabemos comprendernos.
– Y a veces no hace falta ni hablar.
– Con la mirada ya sabemos que…
¿Cómo valoráis el apoyo del sindicato CNT?
– Vamos a las reuniones, y ya con afecto, como de la familia. Además, se han entregado tanto desde el principio, sin ningún tipo de interés. La CNT no tenía muchos afiliados aquí, hemos crecido y hemos echado los dientes juntos.
– Nos han dado apoyo moral, a veces, más que la familia.
– La verdad es que no me esperaba tanta ayuda.
¿Hasta dónde estáis dispuestas a llegar?
– Hasta el final. Hasta que digan, venga, mira, que ya lo tenemos todo ingresado. Pues se acabó. Pero mientras esto no se arregle, vamos a estar ahí. ¿Qué hay que ir a su casa? Pues a su casa vamos. ¿Qué hay que venir aquí? ¿Qué hay que dar tres vueltas al pueblo? Pues las damos, sin problemas, lo que hay que hacer lo vamos a hacer hasta que nos paguen el último céntimo.
¿Y ellos tienen tan claro como vosotras ese “hasta el final” rotundo?
– Todas: Sí.
– Hasta el final, hasta ver al Aguilar [Administrador del Grupo Prasur] andando sin coche y a la mujer sin descapotable.
– Yo no pido mal a nadie, sólo que deberían verse cinco meses como estamos nosotros, que se sientan como nosotros nos sentimos, sin nada. Porque la mujer [de Aguilar] fue a la barriada a comprar el pan y dijo que no era para tanto lo que estábamos armando. Que con todo el dinero que habíamos ganado, que hubiésemos ahorrado.
– Mi mayor recompensa sería ve al Aguilar trabajando junto a mi marido, como un trabajador normal, mano a mano. Que se vea dependiendo de un sueldo.
– ¿Y no va diciendo que él por las tardes ponía tornillos? Él no ha puesto un tornillo en su vida.
– Eso es más flojo que un pobre harto de comer.
¿Por qué pensáis que el resto de trabajadores de Prasur que están en la misma situación no están luchando de la misma manera?
– Por miedo, por miedo a quedarse sin trabajo.
– No levanto mucho la voz a ver si esto se puede solucionar.
– O que lo solucionen otros y yo sigo aquí.
¿Qué consecuencias pensáis que va a tener este conflicto en vuestras vidas?
– Darme cuenta de lo que es Utrera, de lo que somos todos, que se salve el que pueda, que no apoyamos a nadie.
– Ese es uno de los comentarios que yo le hice a mi marido. Insistía en que nadie se movía. Y le dije, mira, solidarios no hemos sido nunca, ahora nos ha tocado vivirlo y nos estamos dando cuenta, pero cuando ha habido algún problema en Utrera, ¿dónde estabas tú? En el sofá. ¿Dónde estaba yo? En el trabajo. ¿Dónde estaba la otra? En su sofá. No, nos ha tocado ahora y nos estamos dando cuenta de que no somos solidarios. Le dije a N. [miembro del SOV de CNT-Utrera] que yo no entendía de política, porque nunca he entendido, pero sí tengo muy claro que me afilio a la CNT y que cuando haga falta salir por algún motivo, que me llamen, que estoy ahí.
¿Si hubierais sido vosotras las despedidas habríais hecho la lucha de otra manera?
– Yo le hubiera dado más caña a ese hombre [Aguilar].
– Hubiera empezado la lucha mucho antes, cuando empezaron los primeros atrasos en mayo del año pasado. Antes se cobraba el día uno, del uno pasaron al cinco, del cinco al ocho y del ocho al once… Ahí es cuando la UGT tenía que haber empezado a darle palos al empresario y haberle dicho, ¿qué ocurre?
– Yo soy de las que me sentaría en una silla delante de su casa y ahí me quedo y cuando se levante para llevar a su niño al colegio que me vea, cuando venga a almorzar, que me vea, no le tengo miedo. Lo que pasa es que no puedo hacer la mitad de las cosas por mi marido, porque él es más de genio que de otra cosa, y tú no puedes hacer de esto un problema personal, es un problema general.
¿Alguien lidera esta lucha?
– Siempre hay alguien que se retiene un poquillo más, por su forma de ser, pero encuentra otro apoyo más fuerte y venga para adelante. Pero aquí todo el mundo está en igualdad de condiciones, todo el mundo opina, todo el mundo es fuerte, y cuando no es fuerte, lo hacemos fuerte entre todos.
¿Cómo mantenéis la fuerza para continuar con esto?
– Yo es que tengo mucha facilidad de autocontrol. Cuando veo que el nudillo sube y baja y llega la angustia, me va entrando la pena y lloro, ya después, cuando me he desahogado, pasan cinco minutos, me limpio las lágrimas y, ea, a cantar.
– Me pongo la radio y me pongo a cantar.
¿Cómo pensáis que va a terminar este conflicto?
– La esperanza no se pierde. Esto va a terminar bien, porque vamos a ganar, y le vamos a decir al Aguilar, ea, pues adiós.
– Si nosotros no cobramos lo que tenemos que cobrar, entonces es cuando…
– Entonces… hasta aquí llegó la cosa, me van a tener que meter presa. A mi hijo no le quitan el piso porque tú no me quieras pagar.
¿Qué esperáis de CNT?
– Son los únicos que nos apoyan y hacen que nos movamos, porque nosotras no sabíamos nada… yo quiero hacer esto, y te dicen, hasta allí no, o hasta aquí, y si seguís hasta allí podéis tener esos problemas. Y problemas los que tenemos ya, los justitos.
– Ellos asesoran y nosotros decidimos.
– Todos los pasos son decisión nuestra, nos asesoran porque en esto nosotros… por ejemplo, no se pueden concentrar más de veinte personas, nosotros eso no lo sabíamos, fíjate… si vais aquí os escuchan más, vamos a ir allí…
– Como el día del Pleno, eso fue un puntazo, estaba allí Francisco Jiménez [Alcalde de Utrera] y nos presentamos todos con carteles.
– Y la acampada en la puerta del Ayuntamiento también estuvo muy bien, cuándo nos íbamos a ver nosotras en una de esas, a hablar con “Don” Francisco Jiménez, sin pedir audiencia ni nada, sino ahí, toma. Y luego el concierto…
– Como estamos acostumbradas a trabajar, el concierto tampoco nos supuso mucho, al contrario, lo pasamos muy bien…
¿Estáis orgullosas?
– Todas: Mucho.
– Yo no pensé que me iba a soltar la melena tanto.
– Cuando en el concierto nos subimos al escenario y todo el mundo nos aplaudió, ella…
– Me morí de pena.
– Yo estoy muy orgullosa de ser como soy y de tener la gente que tengo y ya nunca un paso atrás, ya no, ya tengo la cabeza como un adoquín y todos para adelante.
Nos quedamos charlando un buen rato más. Mientras, varias niñas juguetean a nuestro alrededor y se acercan para pedirnos que escribamos que quieren “más acampadas”. Una de las mujeres nos cuenta que su hija ha correteado por todos los sitios con huchas para los trabajadores de Prasur. “Ha pedido hasta a la Guardia Civil”. Otra de ellas dice que para los chiquillos, a veces, es como un juego, aunque “están implicados lo mismo que nosotros”. Estas mujeres, luchadoras, confiesan con un nudo que casi puede tocarse, que la cuestión de los hijos es una de las más duras en este conflicto.
Cuando regresamos en el tren, con todas sus palabras grabadas, sentimos que con nosotras también viaja, como una fuerza solidaria, esa esperanza dura que se lee en sus ojos.