PALABRAS PADENTRO | Extraído del c.n.t. 422
En tiempos de precariedad, hambre y migraciones con maleta de cuero y gallinas a cuestas, mis abuelos, como tanta gente, iniciaron el camino del despego hacia ciudades dormitorio. El progreso, abstracto, contundente, como prioridad absoluta.
De repente el calendario ya no lo dictaba la cosecha, sino la sirena de la fábrica. Y toda esa gente que había vivido esclava del tiempo y las lluvias, comenzaba a medrar hacia la utopía del trabajo fijo. Esas familias acostumbradas a vivir en colectividad, intercambiando huevos por harina, a cuidar a su prole por turnos de la casa de una vecina a la otra, comenzó a descubrir que el sistema generaba una serie de oportunidades a cada cuál más individualista que la anterior. Y empezamos a sentirnos especiales mirando la entelequia. La caverna de Platón en cincuenta pulgadas.
Y, de un modo sutil y cruel, dejamos de ofrecer resistencia a pertenecer a un banco. La escalera social se convirtió en un montacargas. Una única clase social, ignorante de sus derechos y ciega a un pasado de lucha y victorias, muta en lo que profetizaba Tim Jackson: «Se trata de que las personas en general nos convenzamos de gastar un dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para crear en personas que no nos importan unas impresiones que no perduran».
El modelo neoliberal y sus medios disfrazan de neologismos atractivos la carencia de alimento (friganismo), la imposibilidad de abordar el pago de un alquiler para emprender un negocio (coworking), o simplemente para vivir (cohousing). Esto es el epítome de la modernidad, una máscara que anula la perspectiva del empobrecimiento real de la población y de la pérdida de derechos laborales.
Un paso atrás es más necesario ahora que nunca, pero no como «regreso a las tribus» con su marca de odio y suspicacia contra lo diferente. Es indispensable, sin embargo, volver a la corrala, al grupo, a primar el colectivo por encima de esta absurda carrera individual contra nosotras mismas. Es imperativo volver a abrazarnos y conectar, porque en estos tiempos de miseria laboral y salarios hambrientos, hubo una vez en que llevábamos un mundo nuevo. Y ese mundo sigue creciendo.
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