SINDICAL | Sevilla |Extraído del cnt nº 430
Con reclamaciones y negociando el convenio provincial de limpieza andamos. Hacemos concentraciones e intentamos impedir que se cierre un convenio provincial que se lleva por delante muchos de nuestros derechos fundamentales. Quieren quitarnos derechos adquiridos relativos a permisos varios y a disposición de días; quieren aumentar nuestra jornada laboral semanal; quieren quitarnos la subrogación de contratos con motivo de los cambios en las licitaciones de servicios; tantas cosas que habíamos logrado… Perder la subrogación de contratos significa demasiado: es una merma flagrante de las retribuciones porque desaparece la antigüedad y los complementos que genera. Se suma al atropello que ya de por sí significa el abaratamiento del despido tras los últimos cambios. Y los mal llamados sindicatos, CCOO y UGT, los peores enemigos de los trabajadores, se sientan a negociar con la patronal atentando incluso contra el propio Estatuto de los Trabajadores. El modelo que ofrecen estos sindicatos hace daño tanto a su propia afiliación, porque les anula todas las capacidades decisorias y les impide evaluación de actuaciones; como a los de fuera, porque nos entorpece los logros de nuestras luchas, o los liquida impunemente en connivencia con la patronal.
El miedo es un instrumento que paraliza fácilmente y se moldea dócil sembrando beneficios de acuerdo a los intereses de quienes lo manejan, y en detrimento de nuestros derechos. Pero nunca puede justificar la inacción; no podemos dejar que el miedo nos impida batallar por lo nuestro.
Es que no es que estemos intentando pactar mejoras, que sería lo suyo; es que estamos luchando para no perder todo eso por lo que lucharon muchos hombres y mujeres que nos precedieron. Fueron ejemplo de solidaridad y merecen un reconocimiento. Es una obligación moral defender todo eso que nos legaron. No podemos dejar que nos lo arrebaten. Y también lucho por mis hijos; peleo para que les sirvan mis luchas; batallo para que les sirvan todos mis esfuerzos. Ante ellos, y ante las amistades, la familia y la sociedad, nuestra lucha también es pedagogía y favorece la construcción de conciencia social. Yo sola sé que no puedo hacer nada, pero si sumo mis fuerzas a las de otras personas, juntas lo conseguimos con certeza. Eso lo aprendí en CNT: me puso en contacto una amiga cuando tras no doblegarme a la arrogancia y al despropósito de una empresa para la que trabajaba y como afiliada a otro sindicato que me dio la espalda, fui despedida. En CNT aprendí cómo defenderme mis derechos y cómo defenderme de las injusticias de las empresas; y, aprendí la solidaridad y el apoyo mutuo incondicional. Recuerdo la ocasión en que, hace siete años, con un cambio en las condiciones que recogían los pliegos de contratación de servicios, pretendían reducir nuestras jornadas de trabajo.
Éramos veintitrés trabajadoras con jornadas de treinta y ocho horas semanales. Querían que nuestra jornada pasara a ser de veintinueve horas, con la consiguiente reducción salarial. Pero nuestra lucha lo impidió. Allí, en pleno concurso de licitación, en pleno verano, nuestro empeño no decayó en largas protestas a las puertas de las instituciones. Y lo logramos. Fuimos pioneras en aquellas luchas, y luego, tras haberlo conseguido, iniciamos tareas de solidaridad, divulgación y reclamo para que más trabajadoras se sumaran a las reivindicaciones y pudieran anticiparse a lo que vendría. Que a mí me gustan algunos refranes porque llevan retazos de sabiduría: “cuando las barbas del vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Pero no nos escucharon como esperábamos. Argumentaban miedo: miedo a perder sus trabajos. Pero creo que es un miedo que esconde una cierta comodidad. El miedo es un instrumento que paraliza fácilmente y se moldea dócil sembrando beneficios de acuerdo a los intereses de quienes lo manejan, y en detrimento de nuestros derechos. Pero nunca puede justificar la inacción; no podemos dejar que el miedo nos impida batallar por lo nuestro.
Cuando se celebró el siguiente concurso de licitación, la plantilla quedó reducida en tres puestos de trabajo a causa de jubilación e incapacidad, lo que repercutió en un aumento de la carga de trabajo de las veinte trabajadoras que pasaban a cubrir el servicio.
Cuando llegué a CNT hace dieciséis años, llevaba mucha rabia encima: no solo por el despido sino por el abandono sindical; no quería llorar, quería patalear y en CNT me enseñaron a luchar. Aquella lucha sirvió: se abrió un conflicto que duró 8 meses, volví a otro centro de trabajo que yo elegí; y las condiciones de trabajo se acordaron conjuntamente. Desde entonces, no he dejado de apoyar otras luchas, no he cejado en el intento. Porque sé que otros me ayudan a mí; y, si yo ayudo a otros, lo vamos a conseguir.
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