Desde la Comuna Internacionalista de Rojava estamos sumamente conmovidos por la tragedia de este terremoto. Nuestros pensamientos están con todas las familias que han sido duramente golpeadas, sea cual sea su origen. Donde estamos, hemos sentido temblar la tierra, pero sin las dramáticas consecuencias que están sufriendo otras regiones. Si las fronteras marcan líneas a veces intraspasables, la conexión entre las personas no lo es. Aquí, en el noreste de Siria/Kurdistán del Oeste (Rojava), hay miles de personas que mantienen una fuerte relación con otras de otros lugares del país, pero también especialmente con la población del sur de Turquía/Kurdistán del Norte (Bakûr).
Creemos que las emociones no deben hacernos olvidar una mirada política sobre la situación. Lo que está ocurriendo hoy no es un acontecimiento natural desconectado de la forma en que está organizada la sociedad, con líneas divisorias nacionalistas y racistas que dividen a los pueblos, con una economía capitalista que favorece el beneficio frente al bienestar, con políticas de Estado-nación guiadas por el cortoplacismo y el electoralismo. Muchas voces se alzan en este momento para apelar a sentimientos de solidaridad, a valores universalistas. Apoyamos estos llamamientos, pero no aceptamos dejar de lado el contexto sociopolítico en el que se están produciendo estos acontecimientos. Las responsabilidades pasadas, presentes y futuras no pueden borrarse bajo el pretexto de una visión humanista que nunca ha existido a los ojos de los regímenes políticos de los Estados-nación de la región y del resto del mundo. Los grandes medios de comunicación están conmovidos, con razón, por la situación, pero esos mismos medios callaron no hace mucho ante el sufrimiento de esas mismas personas y probablemente volverán a callar dentro de unas semanas.
Contexto geográfico y político
El terremoto de magnitud 7,8 que tuvo lugar en la noche del 5 al 6 de febrero se ha cobrado ya más de 12.000 víctimas y, por desgracia, es probable que esta cifra aumente significativamente en las próximas horas. Las regiones más afectadas son principalmente las zonas pobladas por kurdos a ambos lados de la frontera turco-siria. Históricamente desatendidas y oprimidas por Ankara (como en Maraş), bajo ocupación turca e islamista extremista en el norte de Siria (como en Afrin), que han sufrido la brutal represión de Assad (como en Alepo) o que viven actualmente bajo los bombardeos turcos (como en Tel Rifaat). Además, hay miles de refugiados que han huido de las numerosas luchas que han desestabilizado la región durante décadas. Esta catástrofe es tanto más grave en cuanto que las poblaciones atraviesan dificultades económicas y políticas desde hace mucho tiempo.
El actual tratamiento mediático mayoritario es otro ejemplo flagrante de la invisibilización del pueblo kurdo. Pocos medios se han tomado la molestia de señalar qué pueblos viven en las regiones afectadas. No se trata en absoluto de hacer identitaria esta catástrofe natural, ya que la naturaleza no hace distinciones culturales, sino de mantenerla vinculada a una realidad humana e histórica que es la única que permite comprender realmente el calvario por el que está pasando la gente. Una verdadera solidaridad sólo puede existir teniendo en cuenta los entresijos de esta realidad.
Cualquier cosa excepto una sorpresa y mucho más que un desastre natural
Este terremoto dista mucho de ser el primero que sacude la región. La región se encuentra en la intersección de tres placas tectónicas, lo que la convierte en un lugar propenso a los seísmos (por ejemplo, Turquía ha sufrido no menos de 230 terremotos de magnitud superior a 6 durante el siglo XX, 12 de ellos con más de mil víctimas). Históricamente, se han producido muchas catástrofes, la más reciente de las cuales tuvo lugar en 1999 y causó casi 20.000 muertos. Ser conscientes de esta realidad nos permite darnos cuenta de que el régimen actual ha hecho de todo menos llevar a cabo una política preventiva en esta materia, a pesar de las importantes ayudas europeas concedidas para planes urbanísticos adaptados. Desde hace años, los especialistas en sismología vienen alertando del riesgo inminente de movimientos peligrosos de placas sin que el gobierno reaccione.
Esto resulta aún más escandaloso cuando se conocen los estrechos vínculos que unen al partido AKP y al propio Erdogan con el sector de la construcción, así como los proyectos faraónicos que se han llevado a cabo desde su llegada al poder. Los casos de corrupción son innumerables (tanto en materia de contratos públicos/privados como de utilización de materiales de mala calidad e incumplimiento de las normas), los opositores a estos proyectos y los periodistas que han intentado arrojar luz sobre estos casos son encarcelados por docenas. Las protestas del Parque Gezi en Estambul son un ejemplo en el que participaron amplios sectores opuestos a la gentrificación urbana, los megaproyectos y la destrucción del medio ambiente. Ilustran los perjuicios de una política económica centrada en el aumento del consumo y la centralización de la urbanización que no tiene en cuenta las aspiraciones populares y crea una fractura social.
En las regiones sirias, la desestabilización y las secuelas de años de guerra siguen muy vivas. El régimen de Damasco, con aliados internacionales diferentes a los de Ankara, ha demostrado no obstante, durante la última década, estar dispuesto a hacer cualquier cosa para mantenerse en el poder. Si se tolera el experimento de autonomía de Rojava, es sólo gracias a la fuerza, la determinación y los sacrificios que ha demostrado.
Ineficacia de las ayudas y represión a las voces subversivas
Como demuestran innumerables testimonios (compartidos a través de los medios sociales y contrarios a la propaganda del gobierno turco), muchas zonas están abandonadas a su suerte. En muchos lugares (como Gaziantep) no llegó ninguna ayuda en las 12 horas cruciales que siguieron al terremoto. La ineficacia de la ayuda prestada es en parte estructural, voluntaria y debida al contexto geopolítico. Hoy, en las redes sociales turcas, el número de comentarios que claman por la falta de interés ante la muerte de kurdos, incluidos niños pequeños, es escalofriante. El gobierno turco ya ha lanzado claras amenazas de que cualquier crítica a las medidas adoptadas se consideraría una forma de traición y sería reprimida (se ha creado una línea telefónica para denunciar tales actos «subversivos»). La criminalización de la oposición, que lleva años produciéndose, sólo se verá incrementada por un régimen desesperado que refuerza un discurso de supuesta unidad que en realidad es un autoritarismo exacerbado: ‘si criticas, estás contra nosotros y, por lo tanto, contra la nación’. Hace unas horas twitter estaba simplemente cerrado en Turquía.
En Siria, entre las zonas más afectadas están las que se encuentran bajo ocupación turca y en manos de mercenarios islamistas. Esto implica una desorganización local y una mayor dificultad para enviar ayuda. La AANES ha anunciado que quiere proporcionar ayuda a las zonas adyacentes a las que administra, mientras que el régimen de Assad quiere monopolizar la ayuda internacional. La situación de embargo en Rojava es un elemento que se deja sentir aún más en estos momentos. El ejército turco no parece haberse decidido a respetar ninguna tregua a pesar de la catástrofe. La región de Tel Rifaat, golpeada por el terremoto, ha sido, por ejemplo, bombardeada de nuevo anoche (martes 7 de febrero).
Instrumentalización e invisibilización contra autoorganización e internacionalismo
La prioridad es, por supuesto, la ayuda de emergencia. Sin embargo, ya es necesario estar atentos a la forma en que se utilizará esta catástrofe de cara a las próximas elecciones (el próximo mes de mayo), pero también a ver qué lecciones se extraen de ella. Cuando se produce una catástrofe de este tipo, las heridas y las necesidades no desaparecen junto con la atención mediática. Se destruyen vidas y hogares, la reconstrucción es un proceso a largo plazo que va más allá del mero hormigón, sino que debe incluir la prevención y la creación de capacidad local para responder a este tipo de terremotos.
Es probable que Erdogan y Assad ya estén haciendo planes para tratar de aprovecharse de esto de una manera o de otra (como el aumento de la criminalización de los partidos de la oposición, como el HDP). Es probable que esto se haga en consonancia con una unidad nacional que es sólo una fachada para preservar su poder a expensas de los intereses del pueblo. Los primeros indicios apuntan a que, por desgracia, esto no tendrá un efecto calmante sobre los objetivos bélicos y represivos de unos regímenes que sólo pueden mantenerse gracias a ello. Si la situación actual exige una reacción rápida y unilateral, esta solidaridad espontánea no debe diluirse tan rápidamente como se manifiesta, dejando vía libre a políticas que han tenido efectos catastróficos en la vida de la mayoría de las poblaciones hoy tan gravemente afectadas.
Creemos que este terremoto es sintomático en muchos sentidos de los efectos nocivos del paradigma del Estadonación, enemigo de la autonomía local y de la autoorganización descentralizada, de un capitalismo que nunca busca el bienestar a largo plazo de los pueblos, sino que se alimenta de crisis y conflictos. La región hoy tan afectada es también el lugar donde se ha construido tenazmente, desde hace una década, un modelo político auténticamente democrático. Este modelo constituye una amenaza para los poderes dominantes, razón por la cual está siendo atacado desde todos los lados.
Hoy, como lo hace la Administración autónoma, queremos que la solidaridad se exprese en todas partes y de forma concreta. Mañana, cuando la emoción se haya calmado y las cámaras se hayan alejado, esperamos que las mujeres y los hombres que viven en esta región del mundo no caigan en el olvido. Esto depende de cada uno de nosotros, esta es la esencia del internacionalismo que nos habita y que no conoce fronteras. Ayudar ahora a paliar la emergencia es indispensable, tejer auténticos lazos de solidaridad internacionalista para el futuro es vital.
Comuna Internacionalista de Rojava
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