Muchos andaluces y andaluzas nos manifestábamos el pasado 1º de Mayo, exigiendo el fin del genocidio que están cometiendo los sionistas contra el pueblo palestino como elemento central, que no único, de las reivindicaciones de la clase trabajadora. Llama la atención sobremanera cómo algo que debería ser de sentido común y aún diría más, de simple humanidad, es capaz de levantar tanta polémica y la defensa férrea del genocida por una parte importante de la sociedad de nuestro país.
Pero vayamos un poco más allá. Analicemos lo que subyace en por qué los sindicatos de clase hemos decidido hacer del sufrimiento del pueblo palestino el eje central de un día que, como algunos nos critican, deberíamos habernos centrado en el ámbito laboral y dejar de lado la política. Estas críticas, que normalmente vienen de sectores y personas no movilizadas y que se conforman con la militancia en las redes sociales o en la barra de un bar en el mejor de los casos, se dejan influenciar por ese tufillo a ranciedad que desde hace unos años para acá se nota claramente en la sociedad española en general y andaluza en particular, y que tiene su máxima expresión en la vuelta a la primera línea política de la ultraderecha con sus granjas de trolls y pseudoperiódicos listos para difundir bulos y fomentar el odio y en el uso constante de los medios represivos del estado en su beneficio y el de las élites económicas y en contra de posiciones críticas o alternativas al sistema capitalista. Hay que ser conscientes de que todos estos procesos no son aleatorios ni fruto de la casualidad, sino que se vienen sembrando y regando con grandes cantidades de dinero por las grandes empresas dueñas de los medios de comunicación, fondos buitres, especuladores diversos y los gobiernos del Partido Popular, que ávidos de poder son capaces de cualquier cosa para mantenerlo o recuperarlo.
Así pues, la clase trabajadora debe de ser consciente de que este no es un problema local, sino global. El sistema capitalista cuando entra en crisis siempre encuentra la solución en el nacionalismo, la ultraderecha y la guerra. Estos ingredientes no son los únicos del capital para sus soluciones, pero digamos que, de una forma u otra, forman siempre parte de la receta “milagrosa” para aumentar sus beneficios. Cuando llega la crisis enarbolan las banderas, la xenofobia, el racismo y los prejuicios y los agitan dónde haga falta para provocar la chispa que desencadene la guerra, donde ellos, gracias a nuestro sufrimiento, a nuestra sangre y a nuestra vida, van engordando sus beneficios con la venta de armas y los negocios de la guerra. Todo esto les sirve para recortar derechos, para precarizar el empleo y para especular con la vivienda, porque con el miedo y el odio el capitalismo hace negocio.
Por eso es necesario recordar que la clase trabajadora es internacionalista, que nos duelen los muertos del pueblo ucraniano, del pueblo ruso, del pueblo de la República Democrática del Congo o de Sudán y también de los desplazados que mueren en el estrecho, o en campos de “refugiados” en Turquía o Dadaad Kenia, huyendo de las matanzas provocadas por empresas ávidas de hacerse con los recursos naturales, que protegidas por los gobiernos y élites locales sobornadas, matan, violan y torturan a mujeres, ancianos y niños. No podemos callar ante todo esto, no podemos callar con el genocidio que está llevando a cabo Israel, que prohíbe la entrada de alimentos y agua en los territorios ocupados y que al igual que hicieron los nazis en gueto de Varsovia pretenden acabar con el más de 1 millón de almas que tienen allí atrapadas. La clase trabajadora no fue cómplice del nazismo y por decencia y moral no puede ser cómplice del Sionismo. Defender a las personas migrantes, oprimidas, explotadas, sin tierra y desposeídas es lo que nos hace ser lo que somos. Luchamos por la libertad y la justicia social, no creemos en banderas, religiones ni salvapatrias que enarbolan un trapo para encubrir su miseria moral.
Por eso era necesario que Palestina estuviera presente en el 1º de Mayo, como exponente y enganche de todos los pueblos oprimidos, por que desde los inicios del capitalismo siempre hemos tenido claro que nuestro sufrimiento, el de la clase trabajadora, produce sus beneficios. Y ya es hora de pararles los pies, de poner fin a su locura. Es hora de organizarse y plantar cara a un sistema que sólo sabe arreglar sus problemas con nuestra sangre.
Firmado: Secretaria General de CNT Andalucía